martes, 11 de diciembre de 2012

Your Chicago...

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8060857295

Chicago Skyline.

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lunes, 10 de diciembre de 2012

Kerouac and his "Report of Medical Survey"

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Kerouac and his "Report of Medical Survey"

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Nenad Saljic: A PORTRAIT OF THE MATTERHOR...

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Nenad Saljic: A PORTRAIT OF THE MATTERHOR...

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Nenad Saljic: A PORTRAIT OF THE MATTERHOR...

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sábado, 8 de diciembre de 2012

Muy Breve Crónica de mis Días.

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En el último domingo de diciembre, vino a casa Andrea.  Allí estaba, conmigo, también sentado en la jardinera, Jairo Ossa, mi vecino.  Colombiano, negro, apuesto, culto.  Músico de pro, integrante de la sinfónica de aquí.  No me gusto la actitud de Andrea (ó tal vez lo que no me gustó fue que fuera en mi propia cara).  Quedé harto.  "¿Como pude yo tener una hija con esta?", pensé.

Ya antes estaba harto y asqueado del trato de mi papá.  Si a él lo trataron mal, ¿por qué me tenía qué repetir la receta?  Ya sé que dicen que al hijo mayor siempre le toca la peor parte, pero conmigo se cebó desde que yo era muy niño.  Mis primeras fracturas y golpes se los debo.  Cuando decidió echarse en su cama, trabajé para él en la imprenta desde los 13 hasta los 29 años.  A los diecinueve, puse yo la mía propia.  Pero no por ello dejé de hacerme cargo.

Cansado, pues, busqué tus brazos.  Poco duró.

Luego estuve dos, tal vez tres meses más en México, errabundo, sin tener idea de a dónde dirigirme ni qué hacer.  Busqué y halle: era una imprentita donde me la dieron de tipógrafo con un sueldo más bien pinche.  El sueldo, sin embargo, me dió para vivir todo ese tiempo en el hotel Lafayette.  Una ruina al final de Motolinía.
Hasta eso... estaba contento.  El trabajo me gustaba y pronto me hice amigo de mucha gente de la calle Madero.  Comerciantes, restauranteros, hasta mendigos.
Por ese tiempo me mandé a hacer unos anteojos baratísimos, porque con los que traigo ya casi no veo, pero los perdí o me los robaron andando por la Alameda y Bellas Artes.

Vino después lo de Zacatecas y allí estuve creo que mayo, junio y julio.  Otra chamba temporal, una engañifa.  

En agosto me fuí a Morelia, a petición de una mujer que se llama Ana Elena.  Amiga y discípula de Luis de Tavira, teatrera, pues.  De unos cuarenta años (nunca le pregunté su edad, pero se le veía).  
Allí todo fue peor que lo que había sido el año, un infiernito.  Viajé, compré y vendí, se me hincharon los pies de caminar.  Todo por cuenta de otros (de otra), hasta que me puse, yo mismo, un hasta aquí.  Y no hallé lugar a dónde voltear los ojos que no fuera Torreón.

Cuando tenía dos ó tres dias aquí, ví tu mensajito y te respondí por teléfono.

De esos días a esta fecha, lo sabes todo.

Es esta, en realidad, una brevísima crónica.  Ya se hará larga con el tiempo.

Te quiere,
Abraham.

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Muy Breve Crónica de mis Días.

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En el último domingo de diciembre, vino a casa Andrea.  Allí estaba, conmigo, también sentado en la jardinera, Jairo Ossa, mi vecino.  Colombiano, negro, apuesto, culto.  Músico de pro, integrante de la sinfónica de aquí.  No me gusto la actitud de Andrea (ó tal vez lo que no me gustó fue que fuera en mi propia cara).  Quedé harto.  "¿Como pude yo tener una hija con esta?", pensé.

Ya antes estaba harto y asqueado del trato de mi papá.  Si a él lo trataron mal, ¿por qué me tenía qué repetir la receta?  Ya sé que dicen que al hijo mayor siempre le toca la peor parte, pero conmigo se cebó desde que yo era muy niño.  Mis primeras fracturas y golpes se los debo.  Cuando decidió echarse en su cama, trabajé para él en la imprenta desde los 13 hasta los 29 años.  A los diecinueve, puse yo la mía propia.  Pero no por ello dejé de hacerme cargo.

Cansado, pues, busqué tus brazos.  Poco duró.

Luego estuve dos, tal vez tres meses más en México, errabundo, sin tener idea de a dónde dirigirme ni qué hacer.  Busqué y halle: era una imprentita donde me la dieron de tipógrafo con un sueldo más bien pinche.  El sueldo, sin embargo, me dió para vivir todo ese tiempo en el hotel Lafayette.  Una ruina al final de Motolinía.
Hasta eso... estaba contento.  El trabajo me gustaba y pronto me hice amigo de mucha gente de la calle Madero.  Comerciantes, restauranteros, hasta mendigos.
Por ese tiempo me mandé a hacer unos anteojos baratísimos, porque con los que traigo ya casi no veo, pero los perdí o me los robaron andando por la Alameda y Bellas Artes.

Vino después lo de Zacatecas y allí estuve creo que mayo, junio y julio.  Otra chamba temporal, una engañifa.  

En agosto me fuí a Morelia, a petición de una mujer que se llama Ana Elena.  Amiga y discípula de Luis de Tavira, teatrera, pues.  De unos cuarenta años (nunca le pregunté su edad, pero se le veía).  
Allí todo fue peor que lo que había sido el año, un infiernito.  Viajé, compré y vendí, se me hincharon los pies de caminar.  Todo por cuenta de otros (de otra), hasta que me puse, yo mismo, un hasta aquí.  Y no hallé lugar a dónde voltear los ojos que no fuera Torreón.

Cuando tenía dos ó tres dias aquí, ví tu mensajito y te respondí por teléfono.

De esos días a esta fecha, lo sabes todo.

Es esta, en realidad, una brevísima crónica.  Ya se hará larga con el tiempo.

Te quiere,
Abraham.

Muy Breve Crónica de mis Días.

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En el último domingo de diciembre, vino a casa Andrea.  Allí estaba, conmigo, también sentado en la jardinera, Jairo Ossa, mi vecino.  Colombiano, negro, apuesto, culto.  Músico de pro, integrante de la sinfónica de aquí.  No me gusto la actitud de Andrea (ó tal vez lo que no me gustó fue que fuera en mi propia cara).  Quedé harto.  "¿Como pude yo tener una hija con esta?", pensé.

Ya antes estaba harto y asqueado del trato de mi papá.  Si a él lo trataron mal, ¿por qué me tenía qué repetir la receta?  Ya sé que dicen que al hijo mayor siempre le toca la peor parte, pero conmigo se cebó desde que yo era muy niño.  Mis primeras fracturas y golpes se los debo.  Cuando decidió echarse en su cama, trabajé para él en la imprenta desde los 13 hasta los 29 años.  A los diecinueve, puse yo la mía propia.  Pero no por ello dejé de hacerme cargo.

Cansado, pues, busqué tus brazos.  Poco duró.

Luego estuve dos, tal vez tres meses más en México, errabundo, sin tener idea de a dónde dirigirme ni qué hacer.  Busqué y halle: era una imprentita donde me la dieron de tipógrafo con un sueldo más bien pinche.  El sueldo, sin embargo, me dió para vivir todo ese tiempo en el hotel Lafayette.  Una ruina al final de Motolinía.
Hasta eso... estaba contento.  El trabajo me gustaba y pronto me hice amigo de mucha gente de la calle Madero.  Comerciantes, restauranteros, hasta mendigos.
Por ese tiempo me mandé a hacer unos anteojos baratísimos, porque con los que traigo ya casi no veo, pero los perdí o me los robaron andando por la Alameda y Bellas Artes.

Vino después lo de Zacatecas y allí estuve creo que mayo, junio y julio.  Otra chamba temporal, una engañifa.  

En agosto me fuí a Morelia, a petición de una mujer que se llama Ana Elena.  Amiga y discípula de Luis de Tavira, teatrera, pues.  De unos cuarenta años (nunca le pregunté su edad, pero se le veía).  
Allí todo fue peor que lo que había sido el año, un infiernito.  Viajé, compré y vendí, se me hincharon los pies de caminar.  Todo por cuenta de otros (de otra), hasta que me puse, yo mismo, un hasta aquí.  Y no hallé lugar a dónde voltear los ojos que no fuera Torreón.

Cuando tenía dos ó tres dias aquí, ví tu mensajito y te respondí por teléfono.

De esos días a esta fecha, lo sabes todo.

Es esta, en realidad, una brevísima crónica.  Ya se hará larga con el tiempo.

Te quiere,
Abraham.

Muy Breve Crónica de mis Días.

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En el último domingo de diciembre, vino a casa Andrea.  Allí estaba, conmigo, también sentado en la jardinera, Jairo Ossa, mi vecino.  Colombiano, negro, apuesto, culto.  Músico de pro, integrante de la sinfónica de aquí.  No me gusto la actitud de Andrea (ó tal vez lo que no me gustó fue que fuera en mi propia cara).  Quedé harto.  "¿Como pude yo tener una hija con esta?", pensé.

Ya antes estaba harto y asqueado del trato de mi papá.  Si a él lo trataron mal, ¿por qué me tenía qué repetir la receta?  Ya sé que dicen que al hijo mayor siempre le toca la peor parte, pero conmigo se cebó desde que yo era muy niño.  Mis primeras fracturas y golpes se los debo.  Cuando decidió echarse en su cama, trabajé para él en la imprenta desde los 13 hasta los 29 años.  A los diecinueve, puse yo la mía propia.  Pero no por ello dejé de hacerme cargo.

Cansado, pues, busqué tus brazos.  Poco duró.

Luego estuve dos, tal vez tres meses más en México, errabundo, sin tener idea de a dónde dirigirme ni qué hacer.  Busqué y halle: era una imprentita donde me la dieron de tipógrafo con un sueldo más bien pinche.  El sueldo, sin embargo, me dió para vivir todo ese tiempo en el hotel Lafayette.  Una ruina al final de Motolinía.
Hasta eso... estaba contento.  El trabajo me gustaba y pronto me hice amigo de mucha gente de la calle Madero.  Comerciantes, restauranteros, hasta mendigos.
Por ese tiempo me mandé a hacer unos anteojos baratísimos, porque con los que traigo ya casi no veo, pero los perdí o me los robaron andando por la Alameda y Bellas Artes.

Vino después lo de Zacatecas y allí estuve creo que mayo, junio y julio.  Otra chamba temporal, una engañifa.  

En agosto me fuí a Morelia, a petición de una mujer que se llama Ana Elena.  Amiga y discípula de Luis de Tavira, teatrera, pues.  De unos cuarenta años (nunca le pregunté su edad, pero se le veía).  
Allí todo fue peor que lo que había sido el año, un infiernito.  Viajé, compré y vendí, se me hincharon los pies de caminar.  Todo por cuenta de otros (de otra), hasta que me puse, yo mismo, un hasta aquí.  Y no hallé lugar a dónde voltear los ojos que no fuera Torreón.

Cuando tenía dos ó tres dias aquí, ví tu mensajito y te respondí por teléfono.

De esos días a esta fecha, lo sabes todo.

Es esta, en realidad, una brevísima crónica.  Ya se hará larga con el tiempo.

Te quiere,
Abraham.

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viernes, 7 de diciembre de 2012

Me veo roto...

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Me veo roto...

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Me veo roto...

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Roto, me veo, sin órganos, sin pulmón, sin riñón, sin cólon, sin páncreas, sin medio lóbulo del hígado...
Con 53 fracturas contadas por la doctora Sarmiento.
Me desespero, quiero ir a Indé, a Guanceví, a Parral, a Cuahutémoc; cruzar el bolsón de Mapimí. Volver a la sierra del Sarnoso, sacar la dinamita que tengo allí.  Ponérsela al primer cuartel que halle.

De mil amores daría el doble de heridas, sólo por no tener la de la pierna, que me tiene impedido.

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La madrugada...

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Son casi las cinco de la mañana del viernes 7 de diciembre de 2012.
Pina, la mamá de Raúl, sigue en el sanatorio.
Ayer llamé cuatro o cinco veces, sin respuesta.  Lo que me hace suponer que se complicó.

Mi tía Lupe se dió un azotón de los que ni uno mismo la cuenta.  Pero se levantó como si nada.
Serían las 10, tal vez la once de la noche.  Vinieron los de AR y la hallaron bien.

La noche, casi entera, ha sido echarle un ojo a cada rato.

Pienso en mi papá, con algún tumor  en la próstata, imaginándome cómo se sentirá.
Pienso en Nata y en Pablito. Pienso en mis nietos.
¿Cómo es que tiene uno nietos más grandes que lo hijos?
Yo soy un desmadre.
Pienso en Santi, en Regina, en Ana, En la Villarrealita, en Victoria y en Andrea.
Ya me ha dicho el padre (el supuesto padre, ¿quien va a tener hijos rubios y pecosos siendo un negro?), uno que,, desde luego, me la pela, sus amenazas.  Es hombre de poquísimo valor, "que me la tiene jurada".   No ha nacido todavía quien me va a matar.  o, si ya nació, seré un anciano para entonces. Es una de las muy pocas cosas de que estoy seguro.  Estos de mi edad, no tienen huevos.

Pienso en mi madre muerta, tendida allí, mientras el estúpido viejo se dedicó a hacer bromas durante tres días.

Y pienso en mí, en la desesperanza y la soledad.  Yo no llegaré ni a lo cincuenta.  Pero eso está bien, porque ya estoy cansado.

Por último, pienso en mis amigos.  

Abraham.

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La madrugada...

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Son casi las cinco de la mañana del viernes 7 de diciembre de 2012.
Pina, la mamá de Raúl, sigue en el sanatorio.
Ayer llamé cuatro o cinco veces, sin respuesta.  Lo que me hace suponer que se complicó.

Mi tía Lupe se dió un azotón de los que ni uno mismo la cuenta.  Pero se levantó como si nada.
Serían las 10, tal vez la once de la noche.  Vinieron los de AR y la hallaron bien.

La noche, casi entera, ha sido echarle un ojo a cada rato.

Pienso en mi papá, con algún tumor  en la próstata, imaginándome cómo se sentirá.
Pienso en Nata y en Pablito. Pienso en mis nietos.
¿Cómo es que tiene uno nietos más grandes que lo hijos?
Yo soy un desmadre.
Pienso en Santi, en Regina, en Ana, En la Villarrealita, en Victoria y en Andrea.
Ya me ha dicho el padre (el supuesto padre, ¿quien va a tener hijos rubios y pecosos siendo un negro?), uno que,, desde luego, me la pela, sus amenazas.  Es hombre de poquísimo valor, "que me la tiene jurada".   No ha nacido todavía quien me va a matar.  o, si ya nació, seré un anciano para entonces. Es una de las muy pocas cosas de que estoy seguro.  Estos de mi edad, no tienen huevos.

Pienso en mi madre muerta, tendida allí, mientras el estúpido viejo se dedicó a hacer bromas durante tres días.

Y pienso en mí, en la desesperanza y la soledad.  Yo no llegaré ni a lo cincuenta.  Pero eso está bien, porque ya estoy cansado.

Por último, pienso en mis amigos.  

Abraham.

La madrugada...

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Son casi las cinco de la mañana del viernes 7 de diciembre de 2012.
Pina, la mamá de Raúl, sigue en el sanatorio.
Ayer llamé cuatro o cinco veces, sin respuesta.  Lo que me hace suponer que se complicó.

Mi tía Lupe se dió un azotón de los que ni uno mismo la cuenta.  Pero se levantó como si nada.
Serían las 10, tal vez la once de la noche.  Vinieron los de AR y la hallaron bien.

La noche, casi entera, ha sido echarle un ojo a cada rato.

Pienso en mi papá, con algún tumor  en la próstata, imaginándome cómo se sentirá.
Pienso en Nata y en Pablito. Pienso en mis nietos.
¿Cómo es que tiene uno nietos más grandes que lo hijos?
Yo soy un desmadre.
Pienso en Santi, en Regina, en Ana, En la Villarrealita, en Victoria y en Andrea.
Ya me ha dicho el padre (el supuesto padre, ¿quien va a tener hijos rubios y pecosos siendo un negro?), uno que,, desde luego, me la pela, sus amenazas.  Es hombre de poquísimo valor, "que me la tiene jurada".   No ha nacido todavía quien me va a matar.  o, si ya nació, seré un anciano para entonces. Es una de las muy pocas cosas de que estoy seguro.  Estos de mi edad, no tienen huevos.

Pienso en mi madre muerta, tendida allí, mientras el estúpido viejo se dedicó a hacer bromas durante tres días.

Y pienso en mí, en la desesperanza y la soledad.  Yo no llegaré ni a lo cincuenta.  Pero eso está bien, porque ya estoy cansado.

Por último, pienso en mis amigos.  

Abraham.

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Son casi las cinco de la mañana del viernes 7 de diciembre de 2012.
Pina, la mamá de Raúl, sigue en el sanatorio.
Ayer llamé cuatro o cinco veces, sin respuesta.  Lo que me hace suponer que se complicó.

Mi tía Lupe se dió un azotón de los que ni uno mismo la cuenta.  Pero se levantó como si nada.
Serían las 10, tal vez la once de la noche.  Vinieron los de AR y la hallaron bien.

La noche, casi entera, ha sido echarle un ojo a cada rato.

Pienso en mi papá, con algún tumor  en la próstata, imaginándome cómo se sentirá.
Pienso en Nata y en Pablito. Pienso en mis nietos.
¿Cómo es que tiene uno nietos más grandes que lo hijos?
Yo soy un desmadre.
Pienso en Santi, en Regina, en Ana, En la Villarrealita, en Victoria y en Andrea.
Ya me ha dicho el padre (el supuesto padre, ¿quien va a tener hijos rubios y pecosos siendo un negro?), uno que,, desde luego, me la pela, sus amenazas.  Es hombre de poquísimo valor, "que me la tiene jurada".   No ha nacido todavía quien me va a matar.  o, si ya nació, seré un anciano para entonces. Es una de las muy pocas cosas de que estoy seguro.  Estos de mi edad, no tienen huevos.

Pienso en mi madre muerta, tendida allí, mientras el estúpido viejo se dedicó a hacer bromas durante tres días.

Y pienso en mí, en la desesperanza y la soledad.  Yo no llegaré ni a lo cincuenta.  Pero eso está bien, porque ya estoy cansado.

Por último, pienso en mis amigos.  

Abraham.

martes, 4 de diciembre de 2012

Nada más dime...

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Nada más dime, Michel, ¿porque no fui invitado al cumpleaños de Ana Lucía?
¿Alguna vez les hice un daño a tus hijos?
Pero contéstame, por favor.

Explícamelo.

Tu no tienes idea de cuánto me ha afectado.  Aunque ahora ya no me importa.

Es tuyo,
Abraham.

(por cierto, tu relación con ese viejo estúpido, loco, pendejo, que se dice nuestro padre, te traerá más problemas de lo que crees, te aviso).

Nada más dime...

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Nada más dime, Michel, ¿porque no fui invitado al cumpleaños de Ana Lucía?
¿Alguna vez les hice un daño a tus hijos?
Pero contéstame, por favor.

Explícamelo.

Tu no tienes idea de cuánto me ha afectado.  Aunque ahora ya no me importa.

Es tuyo,
Abraham.

(por cierto, tu relación con ese viejo estúpido, loco, pendejo, que se dice nuestro padre, te traerá más problemas de lo que crees, te aviso).

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sábado, 1 de diciembre de 2012

Caravaggio

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Caravaggio

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